¿POR QUÉ NO PUEDO LLEVAR A MI OSITO? LA IMPORTANCIA DEL OBJETO TRANSICIONAL
Es más que un simple juguete o muñeco, para el niño representa mucho más: se convierte en su amigo inseparable que le da seguridad y confianza, llenando así el vacio creado por la ausencia de mamá.
Recuerdo el primer día de clases en mi trabajo, mis compañeras y yo estábamos listas para recibir a un grupo de niños nuevos que comenzarían una nueva aventura, otros niños se reincorporaban con mucha emoción después de un receso escolar, sin embargo, algo llamo mi atención en pocos minutos.
Era una pequeña que ingresaba a preescolar I, era su primer día de clases, por referencia de mamá, sabíamos que estaba muy entusiasmada por ingresar a la escuela, conocer a sus nuevos amigos y a sus maestras, le había entusiasmado mucho la adquisición de sus materiales y uniformes, ella parecía preparada para el gran día. Llego a la escuela muy contenta con su mochila y con un pequeño peluche entre sus brazos, despidiéndose de mamá con un beso en la mejilla, saludo a la maestra quien la recibía en la puerta, cuando de pronto, mamá le dijo; espera dame tu oso de peluche, no puedes entrar con juguetes a la escuela. Observe como la niña inmediatamente cambio su expresión por preocupación al no querer soltar a su pequeño oso, argumentando que solo lo tendría un ratito y no jugaría con el. Enseguida me acerque con la niña y le mencioné que no había ningún problema que entrará con su peluche, por el contrario, era un miembro más en su salón, la niña me regalo una sonrisa e hizo una exhalación profunda manifestando alivio, Posteriormente le comente a mamá la importancia que tienen estos juguetes para los pequeños, ya que en ellos depositan grandes cargas afectivas, y que muchas veces los adultos no logramos entender. Veamos de qué se trata.
Muchas veces observamos a niños y niñas jugar y llevar a todos lados a ositos blanditos, algún juguete en específico o simplemente una sabanita o cobijita, los cuales no cambian por nada y no quieren desprenderse de ellos, ni siquiera para lavarlos. Pero no se trata de cualquier juguete, es aquel que disfruta de su aroma, inconfundible que le recuerda e incluso que le sabe a mamá.
Durante los primeros años de vida, mama es este objeto que le proporciona seguridad, cariño, ternura, que lo cuida y lo mima las veces que sea necesario y en los momentos en que lo necesite, sin embargo, llega un momento en que la madre tiene que separarse de su pequeño, en términos de una separación normal, ya que ella tiene que salir a trabajar o a realizar sus actividades de la vida cotidiana, por tanto, no puede continuar pegada o en esa simbiosis con el bebe, de ser solo una persona. Es en este momento justo cuando el menor puede aferrarse a lo que Winnicott describe como “objeto transicional”.
La noción de objeto transicional fue formulada por Winnicott en 1951 y define un objeto material que posee, para el niño, un valor preferente. Éste permite efectuar la transición entre la primera relación oral con la madre y una verdadera relación de objeto. Ubicado en el espacio de la ilusión y el juego, el objeto transicional constituye la primera posesión no-yo y emerge como sustituto del pecho —entre lo subjetivo y lo objetivo con miras al logro de una tranquila unión (Winnicott, 1999). En tal sentido:
El objeto transicional tuvo como finalidad conferir significación a los primeros signos de aceptación de un símbolo por el bebé en desarrollo. Este precursor del símbolo es, a la vez, parte del bebé y parte de la madre (…) En condiciones favorables, este objeto cede gradualmente su lugar a una gama cada vez más amplia de objetos y a toda la vida cultural (Winnicott, 1991).
El objeto transicional emerge como un concepto referido a la primera posesión no-yo. El niño elige un objeto cuya preferencia es, habitualmente, validada y reforzada por la madre. De ese modo se convierte en una eficaz defensa contra la angustia y opera como un refugio simbólico dónde el niño puede depositar y proyectar sus temores, ansiedades y fantasías. No obstante, aunque tal refugio actúa como una representación de la madre, como su símbolo, el niño es capaz de distinguirlo en cuanto tal: sabe que no es ella. Así, este objeto representa algo que el bebé puede distinguir de su madre real y, al mismo tiempo, actúa frente a este como si lo fuera. Al utilizarlo, simbólicamente, el niño ya está en condiciones de diferenciar la realidad de la fantasía, lo interior y lo exterior, la creatividad primaria de la percepción:
OBJETO = MADRE OBJETO ≠ MADRE
Esta operación faculta en el niño la capacidad de reconocer la semejanza y la diferencia. Basado en la experiencia de que un elemento represente otro, a sabiendas de que se trata de una representación y no del objeto deseado en su dimensión material, el niño adviene en el registro de la representación, en el orden simbólico. Lo que se convierte en real es una alucinación, así, se pone en marcha la capacidad del bebé para el uso de los símbolos y la psique da testimonio de la representatividad que le es característica. En tal sentido, el objeto transicional puede ser considerado el primer símbolo (Winnicott, 1991).
De acuerdo a la bibliografía, este fenómeno puede darse a partir de los cuatro meses hasta los ocho, o bien aparecer en otros momentos de la niñez, ya que este objeto transicional simboliza a la madre, de manera que el menor lo usa de forma simbólica para llenar de alguna manera la ausencia de mamá. Por lo que, debemos considerar a este momento como algo importante, ya que estamos frente a un proceso de desapego, el cual debe ser de manera gradual y se llegara a consumar cuando el niño (a) logre encontrar otras sustituciones y otros manejos simbólicos.
Entonces al aparecer como algo transicional, en presencia de situaciones en donde el menor se enfrente a situaciones que le causen angustia, temor o inseguridad, utilizará este objeto como algo que le ayude a calmarse para poder elaborar la pérdida por el desprendimiento de una figura importante o un ambiente confiable como es el hogar. Por tanto, el objeto así como se elije se desechará cuando deje de cumplir su función, como indicador de que se ha madurado o se ha superado una etapa. Asimismo, denota una cierta autonomía y creatividad, ya que el niño ha encontrado por sí mismo la solución a un problema. Por ello, la importancia de que el niño no se separe de este objeto, por la simbolización que este posee.
Elaborado por: Lic Maria Guadalupe Catalina Valverde Delgado
REFERENCIAS
Winnicott, D.W. (1999/1951). Objetos y fenómenos transicionales. En J. Beltrán (Trad.). Escritos de Pediatría y Psicoanálisis, (1ª Reimpresión). España: Paidós.
Winnicott, D.W. (1990/1960). A Jacques Lacan. En L. Wolfson (Trad.). El gesto espontáneo, (1ª Reimpresión). España: Paidós.
Winnicott, D.W. (2009). Ideas y definiciones. En L. Wolfson (Trad.). Exploraciones psicoanalíticas I, (5ª Reimpresión). Argentina: Paidós.
Winnicott, D.W. (2009). Los procesos de maduración y el ambiente facilitador. En J. Piatigorsky (Trad.). (6ª Reimpresión). Buenos Aires: Paidós.